Journal of Coastal Research
2020
He venido a trabajar con el Profesor Kenji Satake en el Earthquake Research Institute de la Universidad de Tokyo, financiado por la International Matsumae Foundation (MAE), una fundación creada en 1980 cuyo objetivo es promover el conocimiento de la cultura japonesa en un mundo en paz. Yosuke Watanabe, Director ejecutivo de MAE, me comenta en un exquisito inglés adquirido en Boston, que desde sus inicios, la fundación ha seleccionado a 775 becarios, denominados visiting research fellows, de 115 países.
Levantando la ceja derecha al menos un centímetro, enfatiza que en la última convocatoria, de los 182 postulantes, fuimos 23 los afortunados de 21 países tan dispares como Pakistán, India, Tailandia, Camboya, China, Nigeria, Camerún, Egipto, Túnez, Argelia, Lesoto, Malawi, Mozambique, Jamaica, Polonia, Ucrania, Bulgaria, Rusia, Grecia y Kazajstán. El énfasis este año, claro está, es en África, Asia y Europa, siendo yo el único latinoamericano de la cohorte. Con ello me sumo a los 7 chilenos que han tenido el gusto de venir a degustar algo de la cultura académica nipona. Entre otras particularidades del rigor japonés, la beca me obliga a permanecer en este territorio entre el 1 de diciembre de 2017 y el 28 de febrero de 2018.
Satake sensei es un geofísico que en los ochentas impulsó el uso de “problemas inversos” para estimar las rupturas de los mega-terremotos a partir de registros sismográficos. La técnica hoy en día se ha expandido al uso de registros de tsunamis y sistemas de geo-posicionamiento satelital (GPS), con el objeto de tener una mejor idea de cómo se sacude la corteza durante un terremoto. Este coloso de la ciencia también ha cruzado caminos con la historia y la paleo-sismología buscando extender sus descubrimientos a períodos de tiempo mayores a los que cubre la instrumentación.